Una nota que todos los adultos involucrados en la educación de los niños debiéramos leer y releer.
La profesora María José Borsani analiza la figura del adulto en la formación de hábitos
"El niño necesita que el adulto paute y organice su
horario", dice la educadora María José Borsani. (Foto: A. Amaya / La
Capital)
Comienzan las clases y los padres suelen plantearse
todos los años las mismas inquietudes e interrogantes con respecto a
las tareas escolares, la planificación de las diferentes actividades y
la decisión de recurrir o no a una maestra particular. La profesora en
educación especial y terapista ocupacional, María José Borsani,
reflexiona sobre estas cuestiones cotidianas y destaca el rol del adulto
en los procesos de aprendizaje.
"Los padres de hoy tienen temor de exigirles
demasiado a sus hijos y a menudo los escucho decir: «No lo puedo sentar
para hacer la tarea». Los adultos transmiten un mensaje contradictorio
cuando desconocen en la casa las obligaciones de la escuela, y el niño
como sujeto del aprendizaje queda sumergido en aguas ambiguas, donde a
veces se desdibuja la figura del adulto. Los chicos necesitan padres
seguros y convencidos de lo que hacen, con mensajes claros que no
descalifiquen al docente y que logren jerarquizar la producción
intelectual y el trabajo pedagógico. Si bien es cierto que los niños se
cansan al hacer las tareas, no existe aprendizaje sin esfuerzo", remarca
en referencia al ámbito escolar, un escenario cuyos demandas y vínculos
se vuelven cada vez más complejos.
—La mayoría de los chicos comienza el año
cargada de actividades extraescolares, ¿no conviene evitar tanta
exigencia al principio?
—Los padres deben jerarquizar las actividades que les
proponen a los chicos porque no todas están en igualdad de condiciones.
Los niños tienen que saber que hay prioridades como cumplir con los
requisitos de la escuela, es decir hacer la tarea, estudiar, preparar el
material y los útiles. Todas estas cuestiones que hacen a la vida
escolar, durante los meses de vacaciones han quedado en el olvido y
cuestan poner en marcha nuevamente. Por eso es conveniente esperar hasta
mediados de marzo o abril para incorporar otras actividades porque
también el cuerpo y la psiquis han estado de vacaciones, y cuesta mucho
retomar de pronto los horarios y esfuerzos. El niño no asume la idea del
tiempo y el espacio de igual manera que el adulto.
—Algunos padres buscan el apoyo de una maestra particular apenas comienza el ciclo escolar. ¿Es acertada esta decisión?
—Hay que evaluar cada situación en particular, no
todos los padres pueden recurrir a una maestra aparte porque no pueden
llevarlo o disponen del dinero. Es cierto que muchas veces se delega la
función de un padre en una maestra particular y es probable que esta
postura de comenzar el año así, responda a la imposibilidad de los
padres de poner a sus hijos a trabajar. Es necesario dejar en claro que
la tarea escolar es algo que le pertenece al niño, no es un castigo ni
algo terrible, y debe estar pactado entre el docente y el alumno, y
supervisado por el adulto. Forma parte de los hábitos que adopta un niño
para transformarse en estudiante. La mayoría de las actividades que se
asignan como tarea refuerzan algo enseñado en clase, y por lo tanto el
alumno puede realizarla solo si el docente le transmite confianza. La
tarea no es para el padre, su función es la de supervisar y acompañar al
niño. Esto es algo muy importante que todos los años es conveniente
recalcar. Es tan importante la correcta indicación del docente hacia el
niño como la aceptación del rol que cumple el padre en relación a la
tarea.
—¿Cómo acompañan los padres el momento de la tarea?
—Del mismo modo que acompañan a su hijo en otras
actividades cotidianas y le enseñan a anudarse los cordones, vestirse o
subrayar. No se trata de ejercer una supervisión extrema ni hacer las
cosas por él sino ayudarlo a que sea él quien pueda cumplir con sus
tareas y su lugar de alumno ante el docente. En esto no hay recetas,
depende de las características de cada familia, en donde no siempre se
ocupan los padres de acompañar el aprendizaje del niño, a veces lo hace
un abuelo, un hermano mayor o alguien que queda a cargo de la casa
cuando no están los padres. Es una construcción que surge en el seno de
cada familia en estrecha relación con los docentes. Los padres necesitan
a veces estar acompañados, principalmente durante la escolaridad del
primer hijo, y suelen buscar la palabra del docente como eje conductor.
Hábitos y horarios
—¿Es aconsejable crear hábitos y horarios
para hacer la tarea y establecer también un régimen bastante estricto y
metódico dentro del hogar?
—Por supuesto, aunque con la flexibilidad lógica de
retrasarla o adelantarla si un día a esa hora tiene que ir al dentista o
a un cumpleaños. El horario puede ser durante la siesta, antes de una
actividad deportiva o cuando regresa su mamá del trabajo, de esta manera
el niño se habitúa a ese momento y lo espera, y no se convierte en un
drama sino en otra actividad más de su vida. Los chicos viven en una
arbitrariedad temporal que necesita ser ordenada. Los hábitos
pedagógicos que no se adoptan a temprana edad son difíciles de
incorporar con el tiempo, por eso el niño necesita que el adulto paute y
organice su horario así como requiere también de horas de juegos y
esparcimiento, y no solo momentos.
—Sin darse cuenta, los adultos acostumbran a comparar las notas o el rendimiento de su hijo con las de un hermano o compañero...
—Esto es algo que sucede con frecuencia, incluso en
la puerta de la escuela, los padres suelen sacar los cuadernos y entre
ellos comparan la producción que han hecho sus hijos. En realidad, lo
interesante sería pensar que cada chico tiene un proceso de aprendizaje
que le pertenece y acompañarlo para que pueda pensar su progreso en
relación a sus posibilidades, haciendo hincapié en que ha podido superar
su propia expectativa.
—¿Considera que los padres escuchan hoy a sus hijos y están atentos a sus inquietudes?
—En estos momentos, se vive de una manera tan
vertiginosa y competitiva que en algún momento esto se traslada a los
niños, donde a veces no hay espacios para preguntarle qué le ha pasado
en relación a su aprendizaje, el por qué de una nota baja o el motivo
que lo llevó a no copiar todo del pizarrón. En cambio de recurrir a la
pregunta, aparece la sanción, la recriminación y el reto.
Cambios
—¿Cómo fue variando a través del tiempo este vínculo entre padres, hijos y docentes con respecto al aprendizaje y la tarea?
—Mi generación se formó en la cultura del esfuerzo y
el trabajo, en una responsabilidad inapelable en relación a lo que el
maestro nos decía. Esto se ha flexibilizado y tiene sus pro y sus
contra, en buena hora que el vínculo se allanó en muchos espacios, pero
en algunos casos la flexibilización ha sido extrema y se ha desdibujado
el lugar del docente al punto de quedar desautorizado por los padres.
Esto no es una generalidad y depende mucho del carácter de cada uno. La
función del maestro consiste en llevar adelante un proceso de
aprendizaje y formación de los niños dentro de la escuela, opacada por
ciertas confusiones vinculares donde a veces los padres sostienen
demandas excesivas y por momentos reclaman a la figura del docente
cuestiones que hacen a la función paterna.
—¿A qué edad los chicos comienzan a adquirir mayor independencia y responsabilidad para organizar sus tiempos y estudio?
—El desprendimiento es paulatino, hay niños que a
mediados de primer grado comienzan a hacer sus tareas solos así como hay
otros que necesitan que sus padres los acompañen por más tiempo. No se
trata de medir la ayuda del adulto sino la responsabilidad que el niño
adopta ante la tarea, y aquí es donde comienza a aparecer la autonomía
como algo lógico. Esta condición que todos queremos lograr en los niños
no aparece de la noche a la mañana. Es frecuente escuchar a los padres
que dicen "este año hasta acá te acompañé, basta" y de pronto el niño se
encuentra sin el apoyo que en otros momentos quizás ha sido excesivo.
Hay que comenzar a dejarlos solos en aquellas actividades en las que
tenemos la certeza de que el niño puede resolverlo sin ayuda. El padre
siempre acompaña el proceso escolar tanto de la primaria como de la
secundaria, y el niño tiene que saber que siempre estará presente la
figura del adulto.
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